sábado, 12 de junio de 2010

Terapia Sexual en formaciòn del clero y su acompañamiento pastoral

Hemos leído la Homilía de Clausura del Año Sacerdotal del Papa Benedicto XVI, la cual la encontramos íntegra en la siguiente dirección.

http://www.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20100611_concl-anno-sac_sp.html

Desde la Teología, Eclesiología y sobre todo la Cristología nos podríamos dar por satisfecho de poder encontrar una respuesta necesaria a las sombras que se han revelado durante la celebración del año sacerdotal en la vida particular de algunos sacerdotes respecto a su conducta de pedofilia, pederastia y otras conductas como las de vida concubinataria heterosexual u homosexual. Esto si nos restringimos al comportamiento sexual que debe responder al voto de celibato, la castidad o virginidad que profesan o se comprometen a vivir dentro de su Ministerio que además busca ser Testimonio del Misterio de Salvación que sustenta toda la vida de fe de los bautizados.

Sin embargo los pecados no son solamente individuales y circunscritos a los sacerdotes en particular. Es un pecado estructural, del sistema totalmente corrupto y corruptor: El silencio o complicidad en los cuales se han mantenido a través de los siglos la casi totalidad de crímenes de naturaleza sexual. Esto dentro de una cultura de silencio, de tabúes, de prejuicios y sobre todo de patologías o trastornos sexuales de los consagrados y también de los no consagrados que formamos la Civilización de la Muerte, Represiva que ha producido experiencias históricas como el Holocausto y también las Guerras Religiosas y toda clase de fanatismos y fundamentalismos negadores de la dignidad del hombre, de la mujer, de los niños, de los ancianos.

Que el Papa manifieste la necesidad del uso de la "vara" nos parece innecesario, por cuanto la mayor vara usada en el campo del comportamiento sexual, ha sido de la forma más anticristiana, antievangélica el manejo de la culpa o la asociación del pecado y su consecuencia la culpa a los comportamientos sexuales ampliamente experimentados y con un soporte biológico, natural, humano como la masturbación masculina y femenina desde la primera infancia, adolescencia y demás edades.

No puede ser la solución, el remedio un período de más represión o castigo. La defensa que hizo Jesucristo de la Adúltera, su defensa y dignificación por encima de todos los demás creyentes de la Prostituta, la Ramera, la Pecadora o el trato amable y dignificante de la Mujer Samaritana, en su doble condición de excluida: por mujer y por samaritana. Todos los mensajes recogidos y transmitidos por los Evangelios no pueden oscurecer el camino o la respuesta a dar ante las patologías y trastornos sexuales de los sacerdotes, no distinta a quienes sin serlo sufren, padecen o se comportan de igual manera o peor en el seno de las propias familias, con sus hijas e hijos niños, adolescentes en su condición de padres pedofilicos o pederastas y en menor número madres. Pero también abuelos, tías o familiares cercanos. Lo mismo que profesionales de cualquier campo o simplemente trabajadores de la ciudad o del campo que abusan sexualmente de niños o niñas.

¿Por qué el silencio del Papa y de la Iglesia en su conjunto sobre la referencia necesaria y de sentido común de recurrir a los profesionales de la salud sexual como se hace ante cualquiera otra patología, trastorno o padecimiento?

Será primero y principalmente que se quieren auto diagnosticar y tratar solamente desde la fe y los mecanismos intraeclesiales que justifican y sostienen prácticas sexuales en su seno que no pueden responder a las mínimas exigencias o parámetros de salud sexual, de acuerdo a los hallazgos y desarrollo de las ciencias.

Pueden imaginarse que ante los diagnósticos sexológicos que se hagan a algunos Cardenales, Obispos, Sacerdotes o Religiosas se les indique un tratamiento surgido de los consejos paulinos ( San Pablo) que les recomendaba a las viudas que no se aguantaban o soportaban la abstención o castidad de la viudez: "Mejor casarse que abrasarse".

Si eso era aplicable a las viudas y se contemplaba en su tiempo, con la frescura del Evangelio y el impacto inicial de la redención del Crucificado, todavía fresca la acción del "agua y sangre" del corazón abierto del Salvador. Si se consagraban Papa en su condición de casados y recomendaba el mismo Pablo, para la consagración de Obispos, que fueran "maridos de una sola mujer" entonces ¿Por qué no abrir las puertas de la Iglesia a la luz de la sexología con sus herramientas teóricas y terapéuticas para enfrentar los problemas que tanto atormentan a la Iglesia, especialmente durante la celebración del Año Sacerdotal que fue clausurado ayer?

Sin negar una sola palabra ni desvalorizar nada de lo que viene haciendo el Papa Benedicto con su profunda formación teológica y moral. Con su extensa, profunda y valiosa experiencia en la persecución de la teología de la liberación y toda desviación de la doctrina. De su silencio o acción limitada sobre los casos de pedofilia, pederastia, abusos sexuales a mujeres de grandes líderes de la Iglesia que tuvo en sus manos resolver. Sin negar su condición de Sumo Pontífice ni de Sucesor de Pedro. Tenemos que decirle con humildad y con amor de fiel laico católico y sexólogo: Papa tiene que solicitar ayuda de los sexólogos.

En lo personal tengo conocimiento, experiencia, investigaciones, programas y servicios a la Iglesia desde la preparación a la primera visita del Papa Juan Pablo II en 1984 a Venezuela.

Tengo la fe, la esperanza desde nuestro Amor a Cristo, al Hombre y a la Iglesia que se nos cultivo de forma profunda y permanente con la Misión Nacional y luego en la Misión Permanente de que nuestra Iglesia asumirá con sinceridad y valentía la superación del peor mal que sufrimos consagrados y laicos: El tabú sexual como máscara de los malditos y sepulcro de los inocentes en el seno de su Iglesia y en los pueblos donde la Iglesia mantiene mucho poder político y pedagógico.

Recomiendo volver a Freud a comienzos del siglo XX cuando se refería a la necesidad de la educación sexual a los niños, pero teniendo programas lejos de la influencia de los religiosos, refiriéndose a los consagrados con sus votos de castidad que resultaban terriblemente represivos y por ello patologizantes.

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